"¿Ustedes se creen que van a armar una fiesta para debatir hacia donde va el mundo en mis propias narices y no me van a invitar a mí? Justamente a mí que soy la creadora de Patricia Bullrich, de Mariana Zuvic, la que le puso un pulmotor a Pino Solanas y se lo sacó, la que le hizo bullying constante a la UCR, le dio cámara a Prat Gay y al chico este que mandaron de embajador a EEUU. Soy el rating de Majul, de Morales Solá, le paso las primicias a Lanata, le escribo las columnas a Fernández Díaz y a Alejandro Borenzstein domingo por medio (porque no puedo con todo), durante estos años me enfrenté a las mafias, al kirchnerismo, al narcotráfico y -como si esto fuera poco- en el tiempo que me quedó libre, lo inventé a Macri, lo casé con Juliana, elegí el nombre de Antonia, armé Cambiemos, gané las elecciones y soy la guardiana de la República", grita Elisa Carrió a quien quiera escucharla en su casa de Exaltación de la Cruz.
Testigos de la furia que invadió a Elisa Carrió, cuentan que Patricia Bullrich y su Protocolo de las Fuerzas de Seguridad fueron una mera excusa para reaparecer, decidida a pincharle el globo al presidente Macri un día después del éxito del G20. "No fue la primera, ni va a ser la última. Lilita es así. Tiene menos tacto que un cactus", dice alguien con quien compartió la Cámara Baja durante años. "Nadie duda de sus buenas intenciones, pero la supera su propio personaje. Una vez alguien dijo que Lilita debería festejar sus cumpleaños en el Luna Park, así entran ella, su ego y algunos íntimos". Nos preguntamos si no será mucho para alguien que dejó su vida en la lucha contra el poder. Pero inmediatamente, la misma persona que la conoce de años, desliza algo que nos deja pensando: "El problema de la política argentina es que la supuesta grieta es un negocio de Twitter. Si no, veamos: ¿Cuánta diferencia real existe entre Lilita y Cristina? A ambas les encanta escuchar su propia voz, son intolerantes con todo aquel que piensa distinto y viven dinamitando lo que construyen, con tal de que no crezca alguien de su entorno". ---Leer Más---
Lo que pasó con Elisa Carrió esta semana no es un hecho aislado. Está claro que el supuesto ataque a Patricia Bullrich esconde un desplante directo al presidente en un momento especial de su gestión, luego de meses donde todo vino torcido. Si durante el año llovió sopa, Macri estuvo con un tenedor en la mano. Y justo cuando los ojos del mundo se posaron en nuestro país, logrando organizar de manera impecable una de las reuniones más difíciles y riesgosas para un Jefe de Estado, donde no hubo un solo disturbio, donde se logró mostrar una cara superadora de la Argentina que lucha a diario contra los fantasmas del pasado, demostrando tener una finísima muñeca política al lograr achicar distancias comerciales globales, sentando en la misma mesa a Donald Trump con el presidente chino o manejando con elegancia al príncipe saudí acusado de homicidio, apoyado públicamente por un border Vladimir Putin que se animó a coquetear con la mujer de su enemigo, mientras Macron veía por TV como le incendiaban su ciudad, ¿qué necesidad tenía la doctora, por más importante que sea su rol, de salir al otro día con un bombero loco cargado de nafta? Ninguna.
Cuenta la leyenda que Elisa Carrió nació en Resistencia, casual o no tan casualmente. Una ciudad cuyo nombre la marcaría para siempre, puesto que la doctora lidera la resistencia al sistema mafioso que domina cada uno de los poderes de este país. Amada y odiada, pero nunca ignorada, a los 5 años se negó a ir al jardín de infantes porque no le enseñaban a leer y escribir, a los 15 años ya era bachiller, a los 20 se había casado, divorciado y recibido de abogada, tenía un hijo de pocos meses y brillaba como profesora de Derecho Constitucional y Derecho Político en la Universidad del Noreste, en Corrientes. Dicen que sus clases eran tan disruptivas que las aulas desbordaban de alumnos y de curiosos. Recién pasados los 30 años, volvió a casarse y tuvo a sus otros dos hijos: Ignacio y Victoria. Cuenta la leyenda que cuando Raúl Alfonsín iba de visita a la casa familiar en Resistencia, una joven Lilita lo toreaba para dejarle en claro su forma de ver la política. Al doctor Alfonsín le causaba gracia, no así a su padre Coco, un radical de pura cepa. Los años la hicieron más indomable aún. Creó partidos politicos y los rompió con la misma intensidad que fue candidata a la presidencia, cosechando desde un enorme 23% de los votos (2007) hasta un paupérimo 1,82% (2011). Lilita es una montaña rusa de emociones.
Lo que nadie hubiera imaginado es que terminaría en un idilio con el hijo de uno de sus principales enemigos, al que enfrentó durante los 90 como parte de la patria contratista. Mauricio, a quien acusó de contrabandista, corrupto y vinculado a las barras bravas, sería el que le daría el cargo más importante de toda su carrera: la de reserva moral del país. No se sabe si surgió en las sobremesas del Chaco o dónde fue, pero la historia cuenta que un radical y un peronista estaban frente a un cajón de manzanas. El peronista se quedó con el 30% y autorizó a que repartieran el 70% restante lo más rápido posible. El radical, en cambio, amenazó con armar un escándalo si alguien tocaba algo y se dedicó a debatir el destino que les daría hasta que se pudrió el cajón entero. "Por eso dejé la UCR, Mauricio". Así son los mitos urbanos. Se repiten de boca en boca y nadie sabe bien porqué, ni de dónde surgieron. Hablando de Boca, hoy juega con River en el Bernabeu. La final de la Copa Libertadores de América en Europa. Ni siquiera Lilita puede explicar semejante locura. Es lo que hay.
Fuente: Infobae